Resumen
Entre las múltiples posibilidades de contar la historia, a menudo se prefiere un relato envuelto de falsas verdades y, sobre todo, de resignación. La familia de Lluís apostó por el discurso de la derrota, otorgando poder al discurso vencedor y acabando por validar la educación ofrecida por el sistema educativo franquista. En Els camps dels vençuts asistimos al progresivo desengaño de Lluís, que arranca ya desde sus catorce años, producido especialmente cuando marcha con su primo Salvador y sus tíos Nesa y Joan a Blomac, localidad cercana a Carcasona, abandonando la fábrica de ataúdes para trabajar las viñas. Allí entrará en contacto con franceses republicanos, y en especial tras conocer a Denise, con la que vivirá una breve historia de amor, comenzará a desprenderse la venda de sus ojos. Habiendo defendido y ensalzado la figura de Franco hasta el punto de considerar su pérdida en noviembre de 1975 como la de un familiar no muy lejano, y habiéndole incluso rezado desde bien temprano, en la escuela, apareciendo casi su nombre como saludo matutino antes de comenzar las clases, algo próximo al amor empezará a eclosionar, y con ello una nueva etapa de su vida, advirtiendo inquietudes desconocidas, desasosiego, pero también una mayor lucidez. Es en el anexo donde encontramos el testimonio de los diversos personajes, sobre todo familiares de Lluís, que habían ido apareciendo intermitentemente a lo largo de la novela, pero nunca portando la voz narradora. En esta coda de la novela adquieren voz propia y desvelan su parcela de verdad sobre la auténtica historia de España, de las luces y las sombras de ambos bandos, y su intrahistoria, la de los derrotados, centrándose en la figura del tío Salvador, hombre bondadoso, solidario y republicano venerado por toda la familia. Estos fragmentos personales actúan como complemento de los de periódicos de la época, que dan buena cuenta del trasfondo histórico en marcha en contraste con la vida de Lluís, sumida todavía en la ignorancia, en especial todas las noticias relativas a los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975, producidos cuando Lluís estaba en Francia.
La novela nos recuerda que si la historia se mutila o trata de tapiarse, pocas veces puede atisbarse la luz, pocas veces se podrá entrever la verdad y comprender la misma en su totalidad. Seguir por ese camino conduce a una visión sesgada, como la de Lluís y la de muchos jóvenes del franquismo, vendada a modo de escudo protector por parte de la familia, una familia de trabajadores poco beneficiados por el propio régimen.