Ohe bat ozeanoaren erdian

La novela gira en torno al viaje que realiza Jon a Bologna con el fin de alejarse lo más posible de su propio pasado y del País Vasco. A este viaje físico en coche se le añade su viaje interior. Jon, el narrador protagonista, ha tocado fondo a causa de la situación de violencia en el País Vasco, las críticas y amenazas recibidas a raíz de una publicación suya y la ruptura con su pareja (31). Simbólicamente, a medida que se aleja de su pueblo natal, podría decirse que escoge los recuerdos más significativos de la memoria familiar. Cuanto más se aleja del País Vasco (Donostia, Irun, el área de servicio de Hastingues, Aire du Port Laugerais, Nîmes, Ventimiglia…), se vuelven cada vez más claros los recuerdos de Jon, a través de pensamientos y monólogos interiores. Debido a las dimensiones colectivas y culturales que contienen los recuerdos personales, el protagonista parte de su memoria familiar y llega al pasado reciente del País Vasco. Desde esta perspectiva, podría decirse que el escenario principal donde sucede la novela es la memoria. El narrador parte de los tiempos de la República y de los momentos previos a la guerra, a continuación profundiza en la Guerra Civil y la dictadura franquista, e igualmente en los comienzos de la lucha armada de ETA, hasta llegar a finales de los años 90 y principios del siglo XXI.

Del legado que bebe de la memoria comunicativa, el recuerdo que cobra más relevancia es el fusilamiento de su abuelo Miguel: marca fundamental del sufrimiento que atraviesa a tres o cuatro generaciones de la familia (28). A su vez, el autor se sirve de Gernika, el lugar de memoria por antonomasia de los vascos, para sintetizar la(s) memoria(s) colectiva(s) y cultural(es) del País Vasco: «Me voy para un tiempo largo (...) Me dirigo directamente (...) al aeropuerto que construyeron en las tierras que expropiaron a nuestro bisabuelo, al aeropuerto del cual despegaron los nazis para bombardear Gernika, y luego (...) a la autopista que me llevará hacia la `autostrada que llega hasta Bologna (...)» (11).

En el libro sobresale la voz y la mirada de Jon. No obstante, en algunos capítulos (“Lau” (Cuatro); “Zazpi” (Siete) y “Hamabost” (Quince)) Hernández utiliza el perspectivismo, es decir, la pluralidad de la voz y de la focalización de la instancia narrativa. Esta técnica facilita la representación del conflicto entre memorias: ¿Qué memorias se sacan a la luz y cuáles no? En esta novela se entrecruzan, precisamente, el duelo de una joven que pierde a su hermana en un atentado con coche bomba dirigido a su padre policía; la memoria de un miembro de ETA torturado que tras haber pasado décadas en la cárcel tiene que aguantar la mofa de un torturador franquista que goza de total impunidad; y la memoria de una madre que tiene una niña de pecho y es víctima de un atentado de ETA en el cuartel de la Guardia Civil en el que viven.

Asimismo se aprecia el esfuerzo por revisar los procesos históricos en su complejidad, de contextualizar la radicalización de la política vasca y repasar sus antecedentes históricos y sociopolíticos; como por ejemplo: los fusilamientos, los bombardeos, las cárceles del franquismo, las expropiaciones, la doctrina del régimen en las aulas, los refugiados de guerra y el exilio, la censura, la violación de los derechos civiles, la tortura… De todas formas, visto la trágica evolución de ETA, el narrador emite un mensaje claro: si ETA no deja las armas, conducirá al País Vasco al «suicidio». A través de la intertextualidad refuerza este mensaje. Es más, vemos al narrador encarnando el rol de crítico literario en una carta que le escribe (y nunca llega a enviarle) a Ander, un viejo amigo suyo que es miembro de ETA: «Has leído (...) la primera novela de M.H.I.? Se publicó en 1991. (...) Es un homenaje a Sarrionandia. (...) Cuando al final (de la obra) el poeta que está en la cárcel se suicida (...) para mí, significa que si el País Vasco sigue en esa espiral de violencia (...) se autodestruirá (...)» (81).

De todas formas, por mucho que Jon utiliza como pretexto de su “huida” a Bologna el conflicto vasco, en realidad desea dejar atrás todos sus problemas del pasado (el duelo por la ruptura con Nora, la decepción con respecto a Ander, el deseo y la imposibilidad de volver con Laura, la conflictiva relación con sus compañeros/as de trabajo…). En cambio, tal y como sugiere el final del libro, la memoria es la capacidad que posibilita la conciencia de la propia existencia y los recuerdos llegan sin llamar. Sobre todo si la carga emocional de los recuerdos coincide con el estado de ánimo del presente.