Atocha 55

La noche del lunes 24 de enero de 1977 un comando de extrema derecha irrumpió en un despacho de abogados laboralistas de Madrid, donde asesinó a sangre fría a Luis Javier Benavides, Serafín Holgado, Ángel Rodríguez Leal, Francisco Javier Sauquillo y Enrique Valdelvira, e hirió gravemente a Lola González Ruiz, Luis Ramos, Alejandro Ruiz-Huerta y Miguel Sarabia. Este crimen terrible marcó un giro en el rumbo de la transición y fue sin duda uno de los elementos que resultaron en la legalización, el 9 de abril del mismo año, del Partido Comunista de España, ilegal hasta entonces, a pesar de que la muerte de Franco había tenido lugar dos años antes. Atocha 55 describe el crimen y el contexto de luchas sindicales y sociales que se desarrollaron en los años en que las fuerzas de la derecha franquista intentaban a toda costa conservar su poder, si bien, a través de la figura de Alejandro Ruiz-Huerta, único superviviente de los hechos en la actualidad, se centra fundamentalmente en las víctimas, en su trayectoria anterior, en su vivencia de la masacre y en la difícil reconstrucción de la vida de quienes sobrevivieron a ella. Pérez Azaústre no pretende hacer un relato tremendista: el momento del crimen surge en varias ocasiones a lo largo del texto pero en absoluto con un carácter morboso; tampoco quiere mostrarnos como mártires al círculo de abogados y trabajadores que, desde los bufetes de Atocha 55, Atocha 49, Españoleto y otros, servían de apoyo a los movimientos vecinales y laborales, empleando los resquicios que les dejaban las leyes franquistas; no intenta tampoco hacer un retrato de los asesinos Carlos García Juliá, José Fernández Cerrá y Fernando Lerdo de Tejada, ni del inductor del crimen, Francisco Albadalejo, entonces secretario provincial del sindicato de transportes, ni del juez Rafael Gómez Chaparro, que hizo cuanto pudo por entorpecer el procesamiento de los acusados. Aunque todos estos elementos figuran en la narración, junto con los momentos históricos como el velatorio de las víctimas en el Colegio de Abogados y la salida del cortejo fúnebre desde ese punto hasta el cementerio, acompañado por cientos de miles de personas, la visión de los hechos desde el punto de vista de Alejandro Ruiz-Huerta y, por ello, la vivencia personal, íntima, por una parte, y el uso de una lengua a menudo poética y compleja, por otra, convierten a este relato en una aportación singular a la historia de la Transición.

(Resumen extraído de AMESDE. Repertorio bibliográfico 2020)