El chico de las bobinas

Nil Roig es el chico de las bobinas que, en su bicicleta, suministra los rollos de películas a muchas salas de cine barcelonesas. Su protagonismo en este thriller comienza con el descubrimiento de un asesinato que acaba de cometerse en el portal de su vivienda, sita en el Poble Sec, popular barrio contiguo al Paralelo y en la falda de Montjuic donde son muy evidentes las difíciles condiciones de vida en la Barcelona de la primera posguerra, especialmente para los perdedores. Nil es uno de ellos, manco a consecuencia de un bombardeo en l938, malvive con su madre, Soledad Riera, en ausencia del progenitor, David Roig, anarquista que lucha en el maquis. A los trece años ha abandonado la escuela para contribuir al sustento familiar y su trabajo impulsa su pasión por la cinematografía –filmes, actores, actrices, dobladores-, siempre aconsejado por su vecino Bernardo, proyeccionista del cine La Avenida de la Luz. Desarrollada entre 1945 y 1949, la novela relata la intrincada investigación de Nil, obsesionado por descubrir la misteriosa identidad del actor de cine representado en un cromo que el moribundo le había entregado antes de expirar. Sus pesquisas coincidirán con las de otras gentes, interesadas por motivos bien distintos en dicho cromo: policías de la Social, traficantes nazis y miembros del maquis, que dificultarán con violencia la resolución final del enigma.
En clave de novela negra, El chico de las bobinas aúna en sus páginas diversas lecturas, enmarcadas todas ellas en el ambiente depresivo de una Barcelona que apenas sobrevive tras la derrota. Los años duros del hambre, del estraperlo, de la represión y del miedo se describen aquí con crudeza, centrándose especialmente en las humildes gentes del Poble Sec y, más en concreto, en los vecinos del inmueble donde vive el protagonista. Sus tribulaciones contribuyen a recrear con eficacia aquellos tiempos de dificultad y pobreza, en los que se subraya el papel resistente de las mujeres. En contraste con la cruda realidad está el mundo de ilusión que representa el cine, de las películas que se proyectan en las salas de barrio a las que acude Nil, del mundo de actores y actrices que le hacen soñar y de ese reducido grupo de cinéfilos clandestinos que le apoyarán en su investigación y con los que encontrará la amistad y el amor. Todos ellos, sin embargo, no podrán eludir la violencia policial, la represión ejercida sin miramiento ni compasión. Sus métodos, sus extorsiones y sus torturas, con objetivo explícito (perseguir anarquistas, maquis y también su dinero) o simplemente gratuitos, tiñen de sangre muchos de los episodios de este relato, en el que también juegan su papel los sucios tejemanejes de nazis emboscados. Con un lenguaje realista y minucioso, en ocasiones innecesariamente reiterativo en sus descripciones y, quizá también, cargando las tintas en exceso, el autor consigue un vívido retrato de la Barcelona de posguerra, al tiempo que rinde homenaje al papel del cine en aquellos años difíciles, tal como los capítulos finales, fechados ya en 2021, se encargan de subrayar.

(Resumen extraído de AMESDE. Repertorio bibliográfico 2020)