Petit Paris

París en 1943 es el escenario ideal para una novela negra, de suspense y espías, una ciudad ocupada y en desintegración por la proximidad del fin de la guerra, una ciudad donde nada es lo que parece. Allí llega en primavera el comisario Polo en busca de cuatro kilos de oro de un empresario granadino que se llevó Paolo Corpi. Allí no existe nadie con ese nombre, pero sí un suizo con su físico que se hace llamar Matthias Bohle y que acaba de morir en un extraño accidente. Polo contacta con el consulado de España y la oficina española (en maridaje con la Gestapo), por la que pululan una serie de abogados, periodistas, negociantes de antigüedades, antiguos miembros de la seguridad de la República convertidos en soplones que siguen la pista a refugiados republicanos en busca de salvoconductos. Los asesinatos se suceden y van desapareciendo todos los componentes de la escuadra de Asensio, su jefe, incluido él mismo. Polo recibe la orden de redactar el informe sobre estos asesinatos. Acepta la versión oficial a sabiendas de su inexactitud y de que esconde muchos secretos pero, a pesar de su desinterés, acabará sospechando lo ocurrido.
Un narrador omnisciente relata con precisión de relojero no solo lo que ocurre en las dos semanas y media que dura la estancia de Polo en París -especificando el día de semana, del mes, la hora, las marcas de tabaco y las bebidas de los distintos personajes- sino los más íntimos pensamientos
de este grupo de españoles desarraigados que por allí pululan. Unos personajes viscosos que se seducen se traicionan, se mueven en una ambigüedad total, y mienten y manipulan como único modo de sobrevivir. Todo se desarrolla en un ambiente donde nadie ni nada resulta de fiar y donde la verdad es una cortina de humo, conformando así una especie de inmenso caos en el pequeño corazón de París. Dentro de esta magistral recreación histórica y social, arma el autor una peligrosa intriga en la que se adentra Polo armado solo con dos fotos que pretende le ayuden en su investigación y va visitando a los amigos de los desaparecidos y los escenarios de los crímenes. Un rigor estético preside esta breve narración articulada con un estilo desnudo y duro y unos diálogos fluidos y cortantes que no dan respiro al lector y le mantienen en una continua tensión narrativa hasta el último párrafo.

(Resumen extraído de AMESDE. Repertorio bibliográfico 2019)