La ragazza con la Leica

La chica de la Leica es Gerda Taro, de nombre real Gerta Pohorylle, una muchacha judía nacida en Stuttgart en 1910 que emigra a París tras una primera juventud de lucha contra el gobierno nazi. Allí se relaciona con exiliados de diversos orígenes que abarrotan las calles y los cafés parisinos de los años treinta, y allí conoce a André Friedmann con quien se inicia su interés por la fotografía. Ante las dificultades para abrirse camino en el ambiente periodístico, Gerda sugiere a Friedmann un cambio de personalidad que le permitirá vender sus fotos bajo el perfil inventado de un supuesto fotógrafo estadounidense de gran prestigio, Robert Capa. Este mismo nombre le servirá también a Gerda en ocasiones para publicar sus propias fotografías. Su militancia antifascista la llevará a participar como fotógrafa en la guerra española desde los primeros momentos de la contienda. En Brunete, durante el contraataque de las tropas franquistas, Gerda es arrollada por un tanque y fallece. Su cortejo fúnebre y su entierro en
el cementerio de Père Lachaise se convirtieron en un acto antifascista multitudinario. El relato lo completan un prólogo y un epílogo donde se analizan y comparan los estilos de la fotógrafa y el fotógrafo que se camuflaban tras el nombre de Robert Capa.
La novela es una reconstrucción de la memoria de esta figura histórica a partir de la evocación que de ella hacen tres de sus amigos. Un amplio plantel de personajes principales, secundarios y meros comparsas (frecuentemente pintores, poetas, cineastas o novelistas célebres) surgen alrededor de la figura de Gerda Taro y generan un mosaico donde se dibuja un personaje visto siempre desde el hechizo que proyectaba sobre cuantos la rodearon. En ocasiones la construcción de ese mosaico parece tambalearse bajo la acumulación de los datos, nombres y referencias históricas que inundan algunos pasajes. Los innumerables saltos espaciales y temporales, motivados por la diversidad de voces narrativas, provocan en ocasiones cierta confusión en el relato de los hechos. La explicación a esta técnica estructural nos la ofrece la propia autora en la voz de uno de los personajes que componen el puzzle: «… la realidad más verdadera viaja a saltos, espirales, anticipaciones, encalladuras invisibles al ojo empírico». Pero, finalmente, el personaje de Gerda queda claramente perfilado como un ser de un vitalismo irrefrenable y de una libertad sin límites.
El compromiso político de Gerda queda patente desde el inicio de la narración. Tanto ella como André Friedmann pretendían que la violencia de sus imágenes de la guerra española sirviera como aviso de lo que podría suceder en Europa.

(Resumen extraído de AMESDE. Repertorio bibliográfico 2019)