Fuego amigo

Fuego amigo se desarrolla a lo largo de 1937, un año decisivo para la suerte militar de la República y, especialmente, para los territorios que todavía controlaba el Gobierno vasco de José Antonio Aguirre. Durante esos meses de intensos combates el ejército sublevado, con la ayuda del cuerpo de tropas voluntarias italianas y de la Legión Cóndor, logró batir la resistencia de las milicias vascas y del Euzco Gudarostea, sobrepasó el llamado Cinturón de Hierro y conquistó Bilbao. Con la caída de Vizcaya, Euskadi quedaba en manos franquistas y se iniciaba el derrumbe del Frente Norte. Quien enhebra la novela es el jovencísimo soldado Santos, único
hijo varón de Martín Lastagarai, el respetado dueño del caserío Lastasaku, cercano a Bermeo. Tanto sus peripecias como miliciano voluntario en las fuerzas vascas para las que sirve como enlace, como más tarde su calvario al ser reclutado forzoso en las filas de los sublevados, sirven para realzar el protagonismo coral de una familia euskaldún, patriota y muy religiosa. Su nexo de unión es el caserío, con un privilegiado emplazamiento desde el que se divisa la costa y regido por el cíclico ritmo de sus labores agrícolas y ganaderas. Allí conviven Santos, su padre, y su hermana Eufemi, una mujer "sabia", depositaria de tradicionales conocimientos curativos y ritos ancestrales. A todos afectará el desarrollo de la guerra, primero angustiados por las vicisitudes de Santos en el campo de batalla, después por las consecuencias de los combates entre los bous vascos y los grandes buques sublevados, así como por los terribles efectos de los bombardeos de Durango y Guernika. Las dificultades de la familia Lastagarai con las nuevas autoridades franquistas de Bermeo y la decepción por los cobardes comportamientos de algunos de sus parientes y vecinos no mermarán su patriotismo euskaldún ni impedirán su colaboración con la inteligencia republicana.
La novela consigue mostrar el tremendo golpe que la sublevación militar y el comienzo de la guerra supuso para la más tradicional sociedad vasca, orgullosa de su lengua, sus fueros, sus costumbres y creencias, justo cuando el recién inaugurado Estatuto de Autonomía reforzaba su identidad. No en vano el caserío, la casa rural vasca por antonomasia, se erige como el punto de referencia que explica y da fuerza a sus principales personajes. Al seguir la peripecia de Santos se descubre su idealizado patriotismo de gudari. Pronto la crueldad de la guerra se encargará de anular aquella ilusión inicial y, como enlace entre los diversos frentes, comprobará la debilidad material de las fuerzas vascas ante el potencial de los sublevados y, tras la derrota, cuando su forzoso reclutamiento en el ejército franquista le obligue a participar en la batalla de Teruel, la obsesión por volver al caserío le impulsará a desertar con un resultado que sólo el final de la novela llega a desvelar.
En Laskasatu, quedan Martín Lastagarai, su padre, y su hermana Eufemi, a través de cuyos ojos se asiste a la agónica batalla del Cabo Machichaco, que enfrentó a varios bous vascos con el Canarias, el potente crucero sublevado. La talla de Martín y de Eufemi adquiere, sin embargo, un nuevo relieve al tener que enfrentarse a la represión que llega a Bermeo con las autoridades franquistas.