I matarem els morts

Entre la proclamación de la II República y la invasión guerrillera del Valle de Arán transcurre la peripecia de Andreu Burjacs, joven mecánico de origen campesino avecindado en Sarjau, nombre imaginario de una población costera catalana. Afiliado a la CNT local, Andreu, en paro tras su enfrentamiento con la empresa textil donde trabajaba, recibe con esperanza al nuevo régimen. Sin embargo, pronto se desencanta. En medio de la crisis económica que afecta a Sarjau se ve obligado a aceptar un ínfimo puesto de aprendiz en una fábrica de zapatos, de la que nuevamente será despedido por defender al viejo obrero Maximià. A partir de entonces y hasta el estallido de la Guerra Civil su vida transcurrirá entre empleos temporales y un tanto contradictorios: campanero en la parroquia de mosén Jeroni y jardinero-chofer en casa de los empresarios zapateros, con prestación sexual incluida a la señora. Pero su idealismo anarquista no decae mientras
inicia una relación sentimental con Elisa Bueno, hija de un feriante valenciano. Tras su generosa actuación en los sucesos revolucionarios que siguieron a la sublevación militar, se alista en las milicias con destino al Frente de Aragón. En calidad de comisario político lucha en diversos frentes hasta que es herido y dado erróneamente
por muerto. Marcha al exilio desde Cartagena, sufre las penurias del campo de Argelés y colabora con la resistencia francesa durante la II Guerra Mundial. A su término, se une al proyecto de invasión del Valle de Arán.
En la novela Andreu aparece como un joven rebelde de buenos sentimientos que lucha contra las injusticias y confía en los ideales anarquistas de una sociedad sin clases. Su peripecia transcurre principalmente en Sarjau, donde se combinan tradicionales labores agrícolas y pesqueras con una cierta actividad industrial y donde
están muy marcadas las diferencias entre señores, obreros y campesinos, agravadas además por una crisis económica que el nuevo régimen republicano no conseguirá atajar. Mientras se asiste al fracaso de Andreu en encontrar un empleo acorde a sus deseos y la necesidad de librar a sus padres de la miseria, su convicción anarquista no decae, en contraste con los planteamientos más prosaicos de algunos de sus compañeros del sindicato o con la actitud acomodaticia de su joven amigo Pascual. La guerra, con su carrusel de violencia y muerte, supondrá además un duro golpe para su esperanzada relación con Elisa que, abocada a un trágico desencuentro, de alguna forma simboliza el fin de la lucha utópica de un hombre decente frente a las componendas del nuevo orden represivo impuesto en la posguerra.
El autor combina con agilidad la forma dialogada, las descripciones de un narrador omnisciente y el recurso epistolar, especialmente lírico en la correspondencia entre Andreu y Elisa. Su catalán vivo y fresco muestra además un especial cuidado en distinguir las variantes del valenciano.

(Resumen extraído de AMESDE. Repertorio bibliográfico 2019)