Estimades Zambrano

Intuición y fantasía guían a la autora en su reconstrucción de la peripecia vital de dos personajes históricos, la filósofa y escritora María Zambrano y su hermana Araceli. Juntas compartieron las penurias del exilio durante más de dos décadas y es precisamente fabulando sobre los pormenores de aquella convivencia como el texto abandona la senda de una biografía para adentrarse en los territorios de la novela. El medio elegido para este salto, donde ficción y realidad se dan la mano, son las treinta y una cartas inventadas que una y otra hermana se dirigieron. A través de esta correspondencia, Araceli da cuenta de los pormenores cotidianos del presente y los combina con recuerdos del pasado: la infancia en Andalucía y en Castilla, la alegre y esperanzada juventud en el Madrid republicano, la prometedora carrera académica de María y sus dificultades en la forja de un pensamiento filosófico propio, los respectivos amores y matrimonios, el estallido de la guerra y su compromiso claro con la República, las horas amargas de la derrota, así como las distintas caras del exilio. Tiempo más tarde, ya en Madrid tras su vuelta a España y en pleno reconocimiento de los méritos de su obra, María responderá a muchas de las cuestiones planteadas por Araceli, tratando de aclarar aspectos de su filosofía y, por encima de todo, valorando la abnegada dedicación de su hermana.
Mercè Foradada ha abordado esta novela después de un notable trabajo de documentación sobre las más diversas fuentes: la propia obra de la filósofa, estudios sobre su pensamiento, biografías, entrevistas periodísticas y, muy singularmente, la correspondencia conservada por la Fundación María Zambrano. Como ella misma reconoce en el Epílogo, con su texto se ha esforzado por entender su concepción de la vida como un renacer constante y de su experiencia sobre el amor y el dolor. Y lo ha hecho con una excelente factura literaria y utilizando un método socrático, el diálogo, posibilitado aquí por las cartas entre las dos hermanas que, en un juego de espejos, van reflejando para el lector el perfil singular de cada una. De entrada, cabría suponer que la figura de María lo iba a dominar todo, no en vano es ella la intelectual, la que cuenta en los cenáculos, por más que la dureza del exilio la mantenga en las estrecheces y el silencio. Sin embargo, a medida que se avanza en la lectura de las confidencias de Araceli, de sus reflexiones, de sus experiencias y de sus recuerdos, va agrandándose la talla de esta mujer discreta y sacrificada en un aceptado papel secundario, sin cuya asistencia en todos los órdenes de la vida, la labor de María Zambrano muy probablemente habría sido distinta.

(Resumen extraído de AMESDE. Repertorio bibliográfico 2016)