Demonios familiares

Demonios familiares a los que tiene que enfrentarse Eva, aspirante a novicia, que abandona el convento al estallar la guerra,
para volver a una casa confortable pero invadida por la soledad, el misterio, el silencio y la tristeza. Muerta la madre en su parto y después la abuela, convive con su padre, el Coronel, excombatiente en Marruecos y atado a la silla de ruedas. Le asiste,
como una sombra protectora y servil Yago, su hijo no reconocido, según revelación de la anciana y fiel Magdalena, único cariño que ha conocido Eva hasta el momento (ha cumplido los 17 con las monjas). También recupera a Jovita, que le revela está embarazada. Y a los amigos varones, todos hijos de las fuerzas vivas (exalcalde, farmacéutico, etc) que se reúnen en el Casino, mientras que los jóvenes lo hacen en El Velero.
El mayor de ellos, Berni, es, aunque lo ignora, el responsable del embarazo que Jovita duda en llevar a término. Una noche Berni aparece herido en el monte y el propio Yago le esconde en el desván de la casa. En su cuidado colabora Eva, que con él experimenta por primera vez el sentimiento amoroso, sentido como una fuerza incontrolable. Berni parece compartirlo... pero no se vislumbra la salida.
La muerte impidió a la autora poner fin a la historia y al lector tampoco le resulta fácil adivinarlo. No es un final abierto, sino
un no final. Pero el mayor atractivo del relato no son los acontecimientos, sino el tipo de personajes, tan matutianos, y la atmósfera poética que los envuelve, hecha de silencios, sugerencias, matices... siempre relativos a un mundo interior que se adivina profundo y herido y a una sensibilidad rica que sólo se desvela a retazos. Ninguna sensiblería ni tragedia aparente, pues la guerra es el desencadenante de la historia, pero nunca se "ve".

(Resumen extraído de AMESDE. Repertorio bibliográfico 2015)